PROPUESTAS PARA QUE TODOS PODAMOS GANAR
EDUCACIÓN DE CALIDAD: LA LLAVE DE LAS OPORTUNIDADES
La educación es el camino para cumplir los sueños y proyectos de vida. Es el motor de la movilidad social para que las familias mejoren sus condiciones económicas hacia el progreso y la igualdad. La educación nos transforma como ciudadanos que se forman todos los días en su cotidianidad, dialogan, alcanzan acuerdos y aprenden a expresar solidaridad con otros. La educación es la llave de las oportunidades en una ciudad en la que Todos Podemos Ganar. Nuestra mayor preocupación son los casi 411.000 jóvenes que no estudian ni trabajan, también llamados NINIS: su situación los acerca a la ilegalidad y la delincuencia.
En promedio, 1 de cada 2 estudiantes de colegios públicos y privados se quedan sin ingresar a la educación superior, agregando así 44 mil jóvenes cada año a la lista de los NINIS. A ellos se suman los estudiantes que desertan, y que corresponden al 17,7 % de quienes ingresan a carreras universitarias, tecnológicas y técnicas. Una parte de la solución consiste en fortalecer la jornada única en la educación básica pública. Mientras los colegios privados cuentan hoy con dicha jornada, sólo el 17 % de los estudiantes matriculados en colegios distritales gozan de ella. Menos horas de educación significan un rendimiento menor en las pruebas SABER; de hecho, apenas el 26 % de los estudiantes oficiales se ubicaron en los niveles superiores A y A+ en la prueba realizada en 2018, y están rezagados especialmente en áreas como Inglés y, en menor grado, Matemáticas, frente a los colegios privados.
La clave para alcanzar la jornada única en el 100 % de los colegios oficiales y cerrar la brecha entre educación pública y privada se halla en la construcción de nuevos colegios. No sólo debemos resolver el déficit actual de cupos en localidades como Bosa, Suba y Kennedy, sino que debemos dar un salto cuantitativo en el total de colegios: 120 colegios nuevos son necesarios para alcanzar la jornada única. Sin embargo, en los últimos 12 años, de los 160 colegios que debíamos construir, quedamos con una deuda de 103, en buena medida por la corrupción e ineficiencia de algunos gobiernos, y por la escasa oferta de suelo para equipamientos educativos en Bogotá. Pero además de la infraestructura nueva, debemos contar con suficientes maestros de calidad para lograr una jornada única de calidad. En Bogotá contamos con 33.900 docentes adscritos a la Secretaría de Educación Distrital. Sin embargo, sólo el 37 % cuenta con formación en educación superior. Además, sólo 1.405 del total de maestros participan de la jornada única o la jornada extendida. El cuello de botella está en la vinculación de más maestros en una jornada que alarga sus horas de trabajo oficial, y es probable que esta dificultad haya persuadido a la actual administración de contratar la administración del servicio educativo (colegios en concesión) en 28 colegios, 6 de los cuales recibieron infraestructura nueva construida durante el periodo de gobierno.
La otra cara de la moneda está en la oferta de la educación superior. Bogotá se convirtió en La Meca de la Educación Superior del país, con más de 800 mil estudiantes matriculados, y viene aumentando el número de estudiantes matriculados en instituciones con asiento en la ciudad, lo que contrasta con la tendencia a la baja de la matrícula en el resto del país. Sin embargo, el 83 % de las Instituciones de Educación Superior – IES de Bogotá pertenecen al sector privado, y acogen aproximadamente el 70 % de la matrícula, que sólo en una baja proporción pertenece propiamente a universidades, mientras que el resto hace parte de Instituciones Universitarias o Escuelas tecnológicas. Por otra parte, del total de jóvenes matriculados, el 70 % realiza formación universitaria, y un 25 % recibe formación tecnológica –mayoritariamente en el SENA-. En el caso de los estudiantes egresados de colegios oficiales, el 44 % realizaba un programa universitario, lo que contrasta con el 79 % de los jóvenes egresados de colegios privados. En este orden de ideas, la realidad de la ciudad y el país está empujando a los jóvenes a buscar títulos profesionales que, en buena medida, son ofertados por el sector privado – con los costos que ello acarrea-, pero no mayoritariamente por las universidades sino por instituciones universitarias. La apuesta clave consiste entonces en darle un impulso importante a la educación superior pública, y en Bogotá ello se traduce en la inversión decidida en la Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Además, es necesario invertir más en becas de educación superior que apoyen financieramente las aspiraciones de nuestros jóvenes más pilos en las mejores universidades.
En esa dirección, se dio un paso muy importante: fue aprobada la Nueva Estampilla Universidad Distrital –siendo el concejal Jorge Torres su autor-, que no sólo salvó a esa institución de perder su principal fuente de financiación, sino que está inyectando $ 2,3 billones durante 30 años, como tal, a la Universidad Distrital (70 %) y a la sede Bogotá de la Universidad Nacional (30 %). Sólo en el año 2019, la Estampilla dejará un recaudo de $ 51.000 millones. Tal inversión se verá traducida en más infraestructura, recuperación de edificios existentes, laboratorios de punta, mejor investigación y más doctorados, lo que en últimas redundará en más cupos de calidad para los jóvenes bogotanos. El concejal Jorge Torres, además, fue ponente y co-autor del Acuerdo Distrital que inyectó $ 10.000 millones adicionales al Fondo “Educación Superior para Todos”, lo que permitió ampliar las becas de jóvenes para la oferta educativa de la ciudad. Este fue un logró que corrió paralelo a su lucha por garantizar en el plan de desarrollo una meta para financiar 35.000 nuevos cupos en educación superior. El último reto que debemos abordar en materia educativa es el del empleo de los jóvenes. Entre 2016 y 2017, el desempleo juvenil pasó de 15,1 % a 17,3 %, lo que en este último año representaba casi 235 mil jóvenes desocupados. Resulta frustrante para muchos que, tras largos años de formación, en su mayoría con un costo muy alto, el mercado laboral reciba con tanta rudeza a los nuevos profesionales.
La educación superior, en especial la técnica y tecnológica –aunque no de manera exclusiva-, y en general las Instituciones de Educación Superior –IES-, deben ampliar su oferta de cupos y permanecer conectadas a los nuevos retos del mundo empresarial, industrial y comercial. Para el año 2019, además de la oferta en el SENA y en la sede tecnológica de la Universidad Distrital, el distrito logró un trabajo conjunto entre la Secretaría de Educación Distrital, el Instituto Técnico Central de la Nación y la Alcaldía Local de Kennedy para dar apertura en el año 2020 a 3.600 cupos nuevos en la Universidad de Kennedy en programas técnicos y tecnológicos. En este sentido, el papel del distrito consiste en orientar a los estudiantes en su tránsito escolar –desde la educación media- hacia la formación superior y el inicio del mundo laboral. Esta orientación debe abordar desde la búsqueda de ofertas según el perfil ocupacional de cada persona, hasta las posibilidades de emprendimiento y vinculación de primer empleo en el sector público y privado, pasando también por la construcción de proyectos de vida significativos que nos permitan perseguir sueños, y convencernos de que nuestro talento y perseverancia a través de los distintos caminos de la educación nos conducirán a realizarlos.
La educación no es un privilegio, sino un derecho, y nos debe abrir oportunidades a todos, incluso a aquellos que por las difíciles condiciones de vida y permanente vulnerabilidad se vieron expulsados del sistema educativo. Por esa razón, es necesario ampliar y fortalecer en este mismo sentido los modelos flexibles de educación para Extra-edad y la Escuela Pedagógica Integral del Instituto para la Protección de la Niñez y la Juventud – Idiprón-. En 2017 ingresaron a la Escuela más de 4.600 jóvenes en riesgo, y permanecieron 5.700 en las Unidades de Protección Integral –UPI-. La apuesta debe ser ampliar las UPI del Idiprón y optimizar los laboratorios y talleres de la Escuela Pedagógica Integral para fortalecer las capacidades de los más vulnerables de cara a su inclusión en el mercado laboral para continuar con confianza un proyecto de vida. En conclusión, el mundo está en constante transformación, y las expectativas de vida de las nuevas generaciones han mostrado grandes giros. La educación no sólo debe adaptarse a la realidad del mercado laboral, sino que debe repensarse en torno a los jóvenes de hoy. Pero, al mismo tiempo, la educación mantiene su valor por conducir a innumerables destinos en la vida gracias a que responde a una aspiración intrínseca a la humanidad, como lo es la búsqueda del conocimiento en la Ciencia, la Tecnología, la Ética y la Estética; en otras palabras, al desarrollo humano. Ese valor es el que debemos rescatar de la educación, con miras a no volver a ver a los jóvenes en la calle sin rumbo, con las manos en los bolsillos.
CULTURA CIUDADANA: LA TAREA CONTINÚA
Hace cuatro años nos propusimos traer de vuelta la cultura ciudadana a Bogotá, inspirados por las ideas del profesor Antanas Mockus, quien en sus alcaldías nos educó con pedagogía para transformar la ciudad, en tiempos en los que vivíamos una situación de caos, intolerancia y desesperanza mucho mayor del que expresan hoy los ciudadanos. En 2016 comenzó el renacimiento de la cultura ciudadana, y el distrito ha invertido más de 734 mil millones de pesos en estrategias pedagógicas a cargo de 19 entidades. Este primer impulso fue posible gracias a nuestra masiva inclusión de metas relacionadas con cambios culturales en el plan de desarrollo “Bogotá Mejor para Todos”, lo que permitió asegurar, además, una de las mayores asignaciones presupuestales desde el auge de la cultura ciudadana a mediados y finales de los años 90.
Las entidades distritales se sacudieron e iniciaron un proceso progresivo, organizaron sus recursos financieros y humanos, y se embarcaron en actividades de calle para volver a tocar los corazones de los bogotanos, pasados muchos años en los que la cultura ciudadana atravesaba un proceso de declive. En 2018, el 79% de los ciudadanos se sentía orgulloso de la capital, es decir, 3 de cada 4; mientras que en 2016 era de 58%, según la Encuesta de Cultura Ciudadana de Corpovisionarios. Los bogotanos comenzamos a percibir algo distinto que nos permite aferrarnos a una nueva esperanza. En movilidad, una de las principales preocupaciones en la ciudad, la meta principal consistía en proteger más vidas en la vía. Es así como La Secretaría de movilidad salió a la calle con distintas campañas, entre ellas Dale Ritmo a Bogotá, El Poder del Cono, y Mírate-Todos somos peatones-, dirigidas a los cruces viales, a los malparqueados y a la protección de los peatones. Sin embargo, sus mediciones mostraron cambios culturales frágiles. Las fatalidades de tránsito se redujeron en 6,2 % entre 2016 y 2018. A estas fatalidades se suman, además, las 5 personas fallecidas por ingresar y salir indebidamente de portales y estaciones de Transmilenio; en 2017 fueron 22 y en 2018 fueron 13. Los colados se convirtieron en uno de los principales problemas de cultura ciudadana, pero ni la estrategia de El Pato, ni la estrategia del Equipo T tocaron el corazón de los bogotanos.
Hay que probar acciones alternativas, pues la evasión también nos deja pérdidas superiores a los 230 mil millones de pesos. La segunda gran preocupación de los ciudadanos es la seguridad y la convivencia, y aquí de nuevo debemos insistir en la consigna mockusiana “Toda Vida es Sagrada”. Fuimos creadores de la Secretaría de Seguridad, Convivencia y Justicia, y le imprimimos un enfoque de prevención y cumplimiento voluntario de las normas. La entidad identificó en las riñas y las lesiones personales las problemáticas que se podían abordar con cultura ciudadana. Por eso le apostaron a la estrategia Farra en la buena, para prevenir la intolerancia en la rumba, especialmente cuando hay consumo de alcohol. Para 2018, la tasa riñas reportadas por el NUSE disminuyeron en 2,5%, pero la meta para el final de la actual administración es reducirlas en 10%. Sin embargo, la victimización por ataques en el espacio público o situaciones de convivencia prácticamente se mantuvo en el mismo nivel, según la Cámara de Comercio. Cabe resaltar que donde vimos un cambio significativo fue en la reducción de homicidios, que nos dejó en la tasa más baja desde 1970. La lucha contra el machismo y la promoción de nuevas masculinidades, sin embargo, terminó prácticamente desvinculada de la prevención de la violencia, a pesar de haber invertido más de 12 mil millones de pesos en estrategias pedagógicas.
En 2018 fueron asesinadas 100 mujeres, y aunque las víctimas están disminuyendo año a año, el 61% de ellas se sienten inseguras en general, y el 55% de bogotanos validan la violencia de género. La evidencia está en que los casos de violencia de pareja aumentaron en 17,4% entre 2016 y 2018. Finalmente, uno de los principales retos a enfrentar es la desconfianza de los bogotanos entre sí; según la Encuesta de Corpovisionarios, más de la mitad de los ciudadanos no confía en otros, y el 96% no confía en los políticos; además, el 86% cree que más de la mitad de los funcionarios son corruptos.
También hace falta enfrentar decididamente la creciente intolerancia hacia personas con diferente nacionalidad o religión. En esa medida, la Secretaría de Cultura debe asumir un mayor liderazgo para orientar estrategias de cultura ciudadana más inclusivas, que inciten más al diálogo y la construcción de acuerdos, y se presenten menos impositivas. El llamado para el próximo mandatario al frente de la Alcaldía de Bogotá es a no abandonar los esfuerzos hasta ahora realizados para construir sobre lo construido. Ya comenzamos a ver algunos resultados. La cultura ciudadana, como los buenos ciudadanos, no aparecen de la noche a la mañana, sino que se construyen día a día.
LA AGENDA VERDE DE BOGOTÁ
La igualdad ambiental se traduce en un acceso no privilegiado a los ecosistemas urbanos, donde todos los ciudadanos pueden gozar de refugios para nuestra biodiversidad y de recursos naturales que garantizan la calidad del aire y el agua en todo el territorio capitalino, obligados también al compromiso de su protección. Bogotá necesita una agenda verde que logre consolidar auténticos santuarios ambientales que nos conecten con todas las formas de vida, y que, además, nos prepare para lo que puede ser el mayor reto de la supervivencia humana en las siguientes décadas: los efectos progresivos del cambio climático. Quizás vivimos hoy las últimas oportunidades para reconectarnos a la respiración de nuestro planeta.
La mayor vulnerabilidad de Bogotá frente al cambio climático está relacionada con una mayor frecuencia e intensidad de tormentas, inundaciones, olas de calor e incendios, entre otros eventos naturales. De acuerdo con el IDEAM, a lo largo de este siglo las precipitaciones podrían aumentar entre 10 % y 30 % en la región central del país, mientras la temperatura aumentaría 2 grados centígrados. Así las cosas, el reto más urgente de la capital consiste en adaptar su territorio, bajo un principio de precaución, a los efectos del cambio climático para proteger la vida de todos los ciudadanos, principalmente quienes se encuentran en zonas de riesgo próximas a fuentes hídricas como ríos, quebradas y humedales.
Nuestra apuesta principal son los bosques urbanos. Por eso rechazamos la política de tala de árboles que adelantó la administración distrital en el año 2018, así como la falta de solidez técnica que la sustentaba. Entre 2016 y 2018, tuvimos una relación de 1 árbol talado por cada 2 sembrados. Fue gracias al trabajo conjunto de la Subcomisión de vigilancia sobre la tala de árboles en el Concejo de Bogotá y la Personería de Bogotá que se logró detener la tala de más de 500 árboles de manera injustificada, y es necesario continuar con las labores de vigilancia y control a esta labor conjunta de la Secretaría de Ambiente, el Jardín Botánico, el Acueducto de Bogotá y las empresas recolectoras de residuos.
De igual manera es necesario continuar con la protección de los valores ambientales en materia hídrica y silvicultural de la Reserva Forestal de los Cerros Orientales y el complejo de páramos de Chingaza y Sumapaz. El distrito debe asegurar el cumplimiento de las órdenes del fallo del Consejo de Estado sobre la protección de los cerros, vigilar los 19 procesos sancionatorios que adelanta la CAR por construcciones indebidas, y cumplir el Plan de Manejo Ambiental de la Reserva. Asimismo, este ecosistema estratégico debe ser protegido de los incendios forestales, que entre 2016 y 2018 consumieron 19 hectáreas verdes. Las políticas de restauración ecológica deben ser una prioridad en la agenda ambiental de Bogotá. La protección de las fuentes hídricas es esencial en este mismo sentido. Necesitamos vigilar la terminación de las obras clave: la ampliación de la PTAR Salitre, la construcción de la PTAR Canoas, y la construcción de los nuevos interceptores y estaciones elevadoras. Todo ello encaminado a cumplir al 100 % las 98 obligaciones señaladas por la sentencia del Consejo de Estado sobre la recuperación del río Bogotá, cuyo avance de cumplimiento alcanzó el 82 % en abril de 2019. De igual manera, debemos promover la recuperación ecológica y apropiación respetuosa de los 11 humedales RAMSAR de Bogotá, hoy agobiados por la invasión urbana, la inseguridad y los residuos. Son esfuerzos necesarios para dar un giro cultural que nos permita gozar de los beneficios de un ecosistema estratégico.
El siguiente reto consiste en asumir con responsabilidad la mayor amenaza ambiental de la ciudad: el Relleno Sanitario Doña Juana en Bogotá, al que llegan actualmente más de 2 millones de toneladas de residuos al año, y desde donde se producen 1.300 m3 de lixiviados diariamente que luego de pasar por la Planta de Tratamiento terminan siendo arrojados al río Tunjuelo. El problema principal es la sobrecarga de dicha planta y la acumulación de lixiviados en puntos de descarga de residuos debido a las fallas del sistema de evacuación. Así pues, mientras se amplía la planta de lixiviados y se adecúan las zonas al interior del relleno –sin requerir nuevas áreas de expansión-, es imprescindible apostar por el cambio cultural vía reducción, reutilización y reciclaje de residuos sólidos a lo largo y ancho de la capital. El Relleno Doña Juana debe convertirse en un Parque Tecnológico de aprovechamiento de residuos y generación de energía. Actualmente, de los 22 mil m3 de gas metano que se podrían aprovechar, solo se están usando 7.000 m3 por la deficiencia en infraestructura.
Es necesaria la ampliación de la planta de biogás para proveer energía a los barrios aledaños y aportar significativamente al alumbrado público. El último componente de nuestra agenda ambiental son las energías limpias en la movilidad urbana. En 2018 y 2019, Bogotá vivió una de las peores crisis ambientales de los últimos años debido a que las emisiones de material particulado afectaron gravemente la calidad del aire. Las fuentes móviles aportan el 53 % de dichas emisiones, especialmente en el transporte de carga y el transporte público.
El concejal Jorge Torres fue coautor del acuerdo distrital que dispuso contar con una flota 100 % eléctrica en toda la ciudad a partir del año 2050. Para 2025 todos los vehículos nuevos que se adquieran deben ser 100 % eléctricos o de tecnologías cero emisiones, y para 2030 todos los vehículos de carga. Más metro, más TransMilenio, más trenes de cercanías y más cables aéreos serán necesarios para garantizar la movilidad sostenible. Pero la clave se halla también en los transportes alternativos de cero emisiones para viajes cortos. Hoy Bogotá cuenta con más de 850.00 viajes diarios en bicicleta, sin contar aún con un sistema público de bicicletas, pero representando una demanda inmensa de infraestructura segura y protección policial, con obligaciones muy claras con respecto al cumplimiento de las señales de tránsito. Mientras tanto siguen tomando fuerza los vehículos de movilidad personal – VMP como las patinetas, cuyo alquiler cubre actualmente varias zonas de la ciudad, pero aún está en deuda en relación con el uso del espacio público y una cobertura integrada al transporte público.
Estas alternativas son claves para descongestionar el sistema troncal y zonal de transporte público y, a la vez, disminuir la dependencia al carro particular. La apuesta por la movilidad sostenible cerraría así un ciclo en el que Bogotá, la ciudad con más emisiones de gases efecto invernadero del país, con más de 16 millones de toneladas de Dióxido de Carbono al año, apostaría por una política de mitigación de emisiones que aporten a un compromiso global ineludible: la lucha y aprestamiento contra el cambio climático.