La vida es sagrada y no podemos perder nuestra sensibilidad ante la muerte

El Concejal Jorge Torres del partido Alianza Verde, en debate de control político a la secretaría de gobierno, advirtió que el deber del estado consiste en garantizar la protección a la vida.

El Concejal Jorge Torres, dijo que Colombia, ocupa el tercer puesto entre los países con mayores índices de impunidad, de acuerdo con el Índice Global de Impunidad, del Centro de Estudios sobre Impunidad y Justicia de la Universidad de Puebla, México. Sólo es superado por Filipinas y México.

El respeto de la vida debe ser la función principal del estado, y no puede escatimar esfuerzos para garantizar su protección. La constitución política reconoció el derecho a la vida como un derecho inviolable, condición de los demás derechos.

“ARTICULO 11. El derecho a la vida es inviolable. No habrá pena de muerte.”
Constitución Política de Colombia. 1991.

Ese mandato constitucional nos obliga a entender que la vida es sagrada. Los ciudadanos tenemos prohibido arrogarnos el derecho a tomar una vida ajena. Sólo el Estado puede ejercer la fuerza, porque sólo éste posee su monopolio. Y las políticas de seguridad del distrito deben estar en armonía con estas premisas.

Así lo manifesté durante el debate de control político sobre seguridad ciudadana en Bogotá, convocado por la bancada del partido Alianza Verde.

Reconocemos que el distrito ha dispuesto un esfuerzo sostenido para proteger la vida durante los últimos 25 años. La tasa de homicidios ha mostrado una tendencia descendente, pues pasaron de 80 homicidios por cada 100.000 habitantes en el año 2000 a 17,5 en el año 2014, incluso viendo en 2013 la menor tasa de homicidios de los últimos 30 años (16,72). Sin embargo, ascendió de nuevo en 2014 (17,5), según datos del Instituto Nacional de Medicina Legal (INML). Y aun así, estamos lejos de otros países donde el respeto de la vida es manifiesto. El caso de Japón es emblemático: en 2013, su tasa fue de 0,3 casos por cada 100.000 habitantes.

No olvidemos, además, que fueron los gobiernos de Antanas Mockus los que vieron caer con mayor fuerza las tasas de homicidios. Durante su primer gobierno la tasa cayó 32,8%, y durante el segundo cayó 34%, porcentajes que representan las mayores disminuciones entre las últimas siete alcaldías de Bogotá. Las políticas de cultura ciudadana fueron eficientes, y todas coincidían en un mandato fundamental: la vida es sagrada. Recordemos la “ley zanahoria”, el desarme voluntario y el plan de desarme, las jornadas de vacunación contra la violencia, y los policías formadores de ciudadanos partían de ese mismo principio.

Advertí al futuro secretario de seguridad que cada vida perdida en un homicidio es invaluable, pero la falta de rigurosidad de las cifras de homicidios invisibilizan las vidas perdidas en Bogotá. Mientras el INML registró 7.347 homicidios entre 2010 y 2014, la Policía Nacional registró 6.830 casos. Son 517 homicidios en los que no coinciden ambas entidades. Este fenómeno es muy grave, especialmente en un país como Colombia, que ocupa el tercer puesto entre los países con mayores índices de impunidad, de acuerdo con el Índice Global de Impunidad, del Centro de Estudios sobre Impunidad y Justicia de la Universidad de Puebla, México. Sólo es superado por Filipinas y México. De hecho, durante los últimos 15 años, en Bogotá ocurrieron 342 asesinatos por la mal llamada “limpieza social” entre 1998 y 2013, un fenómeno que continúa marchando en medio del silencio del estado.

No podemos acostumbrarnos a poner en riesgo la muerte. De acuerdo con la Encuesta de Cultura Ciudadana 2013, más de la quinta parte de la ciudadanía recurriría a la violencia por razones egoístas: “Para defender propiedades o bienes” (21%) o “para responder a una ofensa al honor” (10%). Por supuesto, otras razones más altruistas, como “cuando es en defensa propia” (49%) y “para defender a un desconocido de una agresión” (11%), también se esgrimen para justificar la justicia por mano propia. Estas razones para usar la violencia alimentan la justicia por mano propia y nos hace insensibles frente a la muerte.

Finalizamos nuestro debate con una reflexión que nos preocupa profundamente: debemos volcarnos a proteger la vida de los jóvenes. Para 2015, aquellos entre 15 y 29 años aportaron el 52% de los homicidios totales de la ciudad. Además, para ese mismo año, los bogotanos entre 15 y 39 años aportaron el 80,1% de las víctimas por homicidio. Eran jóvenes únicos, irrepetibles e irreemplazables. La muerte es irreversible y cortó sus posibilidades. Cada vida es sagrada.

JOHN PORTELA
OFICINA DE COMUNICACIONES CONCEJAL JORGE TORRES
MAIL: comunicacionesjorgetorres@gmail.com

Texto extraído del documento oficial: