La falta de cultura ciudadana en la movilidad significa, a la vez, un riesgo para la vida, un golpe a los recursos públicos, y un empeoramiento del insufrible tráfico bogotano. Se evidencia en múltiples aspectos de la vida cotidiana, desde la falta de respeto por las normas de tránsito hasta el comportamiento en el transporte público.
Para empezar, vienen en aumento las muertes y lesiones en accidentes de tránsito. En 2022 se reportó la cifra más alta de fallecidos de los últimos 7 años, después de un incremento del 16 % respecto a 2021. En concreto, fueron 559 fallecidos. Además, en 2021, se reportaron 18.368 lesionados, cifra que aumentó a 21.427 en 2022, lo que a su vez representó un incremento del 16.6%.
Mientras tanto, en el ámbito del transporte público, la evasión del pago del pasaje para el segundo semestre de 2022 se situó en 28,51%. No puede ser tolerado ni normalizado que aproximadamente 3 de cada 10 usuarios del transporte público eludan el pago. En primer lugar, la evasión es una práctica peligrosa que pone en riesgo la vida en muchas ocasiones. También, de esta práctica, es clave comprender que representa una parte importante del déficit del Fondo de estabilización tarifario (FET) que afecta profundamente las finanzas del transporte público, el cual alcanzó los 3 billones de pesos para 2023.
Entre 2021 y 2022, el número de comparendos por mal estacionamiento o por desobedecer las señales de tránsito creció un 26.5%, pasando de 95.046 a 120.262, respectivamente.
Estos datos reflejan un llamado de atención urgente. La cultura ciudadana en la movilidad es un componente esencial para construir una ciudad más segura, eficiente y habitable para todos. Por esta razón, desde el Concejo de Bogotá buscaré promover programas de cultura ciudadana en las vías, en el transporte público y entre los diferentes actores viales, para que de esta forma podamos proteger la vida, reducir los accidentes y lograr dinamizar el tráfico.
Este enfoque no sólo se basa en el componente normativo, por el contrario, es la búsqueda de programas que nos permitan internalizar un sentido de respeto y responsabilidad hacia los demás y hacia nosotros mismos, que al final podamos afirmar que el principio de “la vida es sagrada” y la movilidad son inseparables.La cultura ciudadana es el “conjunto de valores, actitudes, comportamientos y normas compartidas que generan sentido de pertenencia, impulsan el progreso, facilitan la convivencia, conducen al respeto del patrimonio común y facilitan o dificultan el reconocimiento de los derechos y deberes de los ciudadanos” (Decreto 295, 1995) esto implica una responsabilidad individual y colectiva de habitar de manera funcional y armoniosa con nuestro entorno y el espacio público. En el contexto de la movilidad, la cultura ciudadana se ve reflejada en el respeto mutuo en las vías, la corresponsabilidad entre los diferentes actores viales, la promoción y el buen uso de la movilidad activa y en el transporte público, así como el cumplimiento de las normas de tránsito. Esto permite prevenir las fatalidades viales reconociendo que la vida es sagrada.